benito, manolo y la madre que los trajo

24 January 2007

pues no tengo mas remedio que volver a acudir a uno de mis blogs de referencia en cuanto a televisión se refiere. En el descodificador vuelven a meter puya a gente infame que sale por la caja tonta y se ceban con este par de energúmenos a los que no se les encuentra la gracia por ningún lado.

La chapuza hecha televisión


Martes, 22 de enero.- Decir que segundas partes nunca fueron buenas sólo tiene sentido cuando las primeras lo han sido. Si con la serie 'Manos a la obra' sintió usted algo de vergüenza ajena, como le sucedía a un servidor, le recomendaría que evitase cualquier tipo de contacto visual con 'Manolo & Benito Corporeison' (Antena 3), ficción chusca tan imaginativa como su propio nombre.

Ya lo advirtieron utilizando el edificio Windsor como campaña promocional: ¡no pueden estar más quemados!

El retorno de esta versión televisiva cutre de los entrañables Pepe Gotera y Otilio es una prueba indiscutible del escaso ingenio que circula por nuestras televisiones, obligadas a recuperar cadáveres que, tras cinco años bajo tierra, apestan. 'Manolo & Benito Corporeison' es una ficción chapucera, lógicamente, construida con materiales de saldo: sal gruesa, guiones con tramas de descomunal simpleza, diálogos nefastos, juegos de palabras patéticos, decorados vergonzosos y actores desaprovechados.

"Aprieta bien esa tuerca", le dice uno de los albañiles al otro mientras tratan de arreglar un baño. Le responde el segundo: "¿Cuándo he dejado yo de apretar en un water". La escena termina, como puede imaginarse, con la tuerca rota y el agua saliendo a chorros.

Otro chiste inolvidable: "¿Por qué dejas sólo a un ruso que además es gay en un convento?", le dice uno de los protagonistas al otro, que responde: "Sí. No cuadra". No se preocupen si creen que no lo han entendido. Es que no tiene gracia.

Como cada vez tienen menos gracia las series de currantes que viven en pisos con sofás de polipiel, se sientan en mesas camillas cubiertas con fundas de ganchillo, y desayunan porras en bares con el suelo lleno de colillas.

Alguien podría pensar que sociólogos y estudiosos de las entrañas de la televisión tal vez encontrasen algo positivo en una serie que se revuelca, aunque sea a costa de despellejar a un determinado estrato social, en el costumbrismo ibérico. Pero ni por esas.

No hay nada salvable en una serie que produce auténtico bochorno. Puede que los autores de semejante esperpento buscasen recuperar la picaresca del siglo de oro y alicatarla de actualidad hasta el techo.

Lamentablemente se quedan en la España negra de Gutiérrez Solana, desoladora como nunca tras un par de manos de 'gags' de la peor calaña.


Lo mejor es que su audiencia está bajando, por lo que se intuye que pronto saldrá de la parrilla televisiva y esperemos que para siempre

au.

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